CAPÍTULO UNOAMOR A LA MÚSICA Y LA MATEMÁTICA
“Lo que todo el mundo en el cuerpo de astronautas tiene en común no es el género ni los orígenes étnicos, sino motivación, perseverancia y deseo: el deseo de participar en un viaje de descubrimiento”.
—ELLEN OCHOA
Ellen Ochoa se acercó la flauta a los labios. Llevaba veinticinco años tocando la flauta, y como lo había hecho en tantas ocasiones, sopló por la boquilla y movió los dedos sobre las llaves para crear una melodía. Pero esta presentación musical era distinta a cualquiera de las que había dado anteriormente y a las que daría en un futuro.
Normalmente, Ellen habría estado practicando sola o bajo la orientación de un instructor. O quizás habría estado tocando en una sala de conciertos frente a un público de aficionados a la música. Pero esta vez, ni siquiera había tierra firme bajo sus pies.
Ellen estaba en órbita a 160 millas por encima de la Tierra, en un transbordador espacial llamado Discovery, una máquina como ninguna otra construida por la humanidad. El orbe azul y blanco giraba afuera de las ventanas mientras Ellen tocaba para los otros cuatro astronautas que la acompañaban. Sin una partitura para guiarla, Ellen llenó la cabina de la nave espacial con canciones que se sabía de memoria, como los himnos de los Infantes de Marina de los Estados Unidos y la Marina de los Estados Unidos, y melodías por los compositores clásicos Mozart y Vivaldi.
“Es un recuerdo muy grato”, Ellen le dijo a CNN años después. “Se sentía mucha paz”.
En abril de 1993, Ellen Ochoa se convirtió en la primera astronauta que tocaba la flauta en órbita baja alrededor de la Tierra. Tocar la flauta dentro de un transbordador espacial no era tan distinto a tocarla aquí en la Tierra, con excepción de un detalle importante: para tocar el instrumento, Ellen tenía que colocar los pies dentro de unas agarraderas pegadas al suelo del Discovery. De lo contrario la microgravedad (la gravedad, la fuerza que nos mantiene en el suelo, casi no existe en el espacio) ¡la hubiese hecho flotar y desplazarse por la cabina! Aun con los pies asegurados en las agarraderas, Ellen sentía que la fuerza de soplar la flauta la hacía mecerse suavemente.
En ese vuelo, Ellen logró una distinción más importante que tocar la flauta en órbita. Siendo nieta de inmigrantes mexicanos, también hizo historia como la primera mujer de ascendencia hispana que viajaba al espacio. Después de años de trabajar duro y perseverar, había superado las expectativas para convertir en realidad un sueño que parecía imposible. Y de esa manera, les demostró a muchas personas como ella que ellos también podían lograr cosas fuera de este mundo.
* * *
Ellen Lauri Ochoa nació el 10 de mayo de 1958 en Los Ángeles, California. Sus padres eran Joseph y Rosanne Ochoa. Pasarían muchos años antes de que la idea de convertirse en astronauta cruzara su mente. Sin embargo, eventos históricos en los meses antes y después de que naciera Ellen guiarían su vida hacia las estrellas, literalmente.
Ellen nació durante una época de enorme tensión entre los Estados Unidos y su rival en el escenario global, la Unión Soviética (que ahora es Rusia). Las tensiones comenzaron a finales de la década de 1940, cuando ambas naciones se convirtieron en las superpotencias del mundo después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Este período de tensión entre los Estados Unidos y Rusia es conocido como la Guerra Fría porque los dos países competían por ejercer influencia política en el mundo sin enfrentarse directamente en batallas militares. La Guerra Fría duró hasta diciembre de 1991, cuando colapsó la Unión Soviética.
Durante los primeros años de la Guerra Fría, una fascinación con explorar el espacio se apoderó tanto de los Estados Unidos como de la Unión Soviética. Esa fascinación se volvió una obsesión que rápidamente se intensificó hasta el punto de convertirse en una competencia, y ambos países invirtieron enormes cantidades de dinero en sus programas de exploración espacial. Cada nación tenía la motivación de hacer el mayor progreso en esta nueva y emocionante frontera de la ciencia. Esta competencia feroz, que llegaría a conocerse como la Carrera Espacial, absorbería no solamente a los Estados Unidos y la Unión Soviética sino al mundo entero. Y como cualquier carrera, tanto los espectadores como los rivales estaban fascinados por ver quién sería el ganador.
Ambos países aspiraban a enviar humanos al espacio. Pero antes de que pudieran hacerlo, sus científicos tenían que aprender cómo enviar máquinas al espacio para respaldar las actividades humanas. Al principio de la Carrera Espacial, la Unión Soviética tomó la delantera. En octubre de 1957, menos de un año antes de que naciera Ellen, los soviéticos hicieron historia cuando lanzaron el Sputnik 1, el primer satélite artificial —un objeto hecho por los humanos que orbita la Tierra— del mundo. Así empezó la Era Espacial, un período de grandes avances en la exploración del espacio. Apenas un mes después de lanzar el Sputnik 1, la Unión Soviética hizo historia nuevamente al lanzar un segundo satélite, Sputnik 2. A bordo se encontraba una perrita llamada Laika que se convirtió en el primer animal lanzado al espacio.
Los lanzamientos del Sputnik 1 y el Sputnik 2 tomaron por sorpresa a los Estados Unidos y avergonzaron a la nación. Decididos a no ser superados por la Unión Soviética, los Estados Unidos sentían que tenían que responder y rápido. Pero el primer intento del país por poner su propio satélite en órbita alrededor de la Tierra fue otra gran vergüenza. En diciembre de 1957, apenas dos meses después del lanzamiento del Sputnik 2, los Estados Unidos se apuraron para poner en órbita un satélite llamado Vanguard TV-3. El lanzamiento del Vanguard TV-3 desde Cabo Cañaveral en la costa este de la Florida fue transmitido en vivo por televisión, pero la nave espacial explotó apenas a cuatro pies del suelo. Periódicos de todo el mundo se burlaron de los Estados Unidos dándole apodos al lanzamiento fracasado: “Flopnik” y “Kaputnik”, que vienen a ser algo así como “Fracasik” y “Muertik”.
Después de ese momento humillante, el gobierno de los Estados Unidos le dio al Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto de Tecnología de California un reto: diseñar y construir un nuevo satélite lo más pronto posible. Apenas tres meses después, ese nuevo satélite, llamado Explorer 1, estaba listo para despegar. El 31 de enero de 1958, los Estados Unidos incursionaron de manera oficial en la Era Espacial cuando el Ejército de los Estados Unidos exitosamente lanzó a órbita el Explorer 1, el primer satélite que llevó instrumentos científicos al espacio.
LA IMPORTANCIA DEL EXPLORER 1
El EXPLORER 1 no fue solamente un hito para los Estados Unidos; también llevó a los científicos a descubrir los cinturones de Van Allen que rodean la Tierra. Estos son un par de anillos en forma de dona compuestos por electrones y otras partículas con cargas eléctricas, o radiación. Estas partículas están atraídas por el campo magnético de la Tierra. La existencia de los cinturones de Van Allen fue confirmada por otro satélite, Explorer 3, que los Estados Unidos lanzaron en marzo de 1958. Fue un gran descubrimiento porque, en grandes cantidades, la radiación es dañina para los humanos. Entonces, si en algún momento querían mandar seres humanos más lejos en el espacio, los científicos tendrían que encontrar la manera de que los astronautas pudieran pasar por la radiación de los cinturones de Van Allen de una manera segura.
Luego, el 29 de julio, antes de que Ellen cumpliera tres meses de nacida, sucedió algo más grande: el presidente Dwight D. Eisenhower aprobó la Ley Nacional del Espacio de la Aeronáutica de 1958, creando la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), una agencia dedicada a la exploración del espacio. El objetivo principal de la NASA era enviar a humanos al espacio, y su creación demostró lo decidido que estaban los Estados Unidos a vencer a la Unión Soviética en la Carrera Espacial.
Debido a eso, Ellen creció en una época en la que la Carrera Espacial estaba por todos lados, a todas horas: en la televisión, en la radio, en las portadas de los periódicos. Era imposible de ignorar. El 12 de abril de 1961, la Unión Soviética logró otra victoria importante cuando uno de sus cosmonautas (como se les dice a los astronautas en Rusia), Yuri Gagarin, se convirtió en el primer humano en ir al espacio dándole la vuelta a la Tierra a bordo de la nave espacial Vostok 1. La Unión Soviética sin duda le había tomado la delantera a los Estados Unidos en el vuelo espacial humano.
El 5 de mayo de 1961, menos de un mes después de que Gagarin hiciera historia y cinco días antes de que Ellen celebrara su tercer cumpleaños, Alan Shepard se convirtió en el primer estadounidense y la segunda persona en viajar al espacio. Sin embargo, no realizó una órbita alrededor de la Tierra, por lo que, a pesar de este enorme paso hacia adelante, muchos estadounidenses sentían que los Estados Unidos estaban perdiendo la Carrera Espacial. Esa sensación empeoró en agosto de ese año, cuando otro cosmonauta soviético, Gherman Titov, se convirtió en el segundo humano en orbitar la Tierra.
Con ansias de superar a la Unión Soviética de alguna manera, John F. Kennedy, el presidente en aquel entonces, declaró que los Estados Unidos enviarían a un hombre a la Luna, y pronto. En un discurso dirigido al Congreso de los Estados Unidos el 25 de mayo de 1961, Kennedy declaró: “Creo que esta nación debería comprometerse a lograr el objetivo, antes de que termine esta década, de llevar a un hombre a la Luna y regresarlo sano y salvo a la Tierra”.
Los Estados Unidos dieron un paso importante hacia esa ambiciosa meta casi de inmediato. El 20 de febrero de 1962, después del discurso de Kennedy ante el Congreso, el astronauta John Glenn finalmente se convirtió en el primer astronauta estadounidense en realizar una órbita alrededor de la Tierra. Aproximadamente 135 millones de personas —la audiencia televisiva más grande de la historia en ese momento— vieron la nave espacial de John, la cápsula Friendship 7, despegar de Cabo Cañaveral en la Florida, que se había establecido como el centro de lanzamiento para las misiones de la NASA. Miles de personas se reunieron en la costa de la Florida para ver la cápsula espacial despegar con sus propios ojos.
Después de darle la vuelta al planeta tres veces, John cayó sin problemas al océano Atlántico cerca de las Islas Turcas y Caicos, y fue rescatado del mar por la Marina de los Estados Unidos. Su exitosa misión fue un momento tremendo para los Estados Unidos en la Carrera Espacial, y John fue aclamado como héroe por los estadounidenses en todo el país. Se organizaron desfiles en su honor en la Ciudad de Nueva York y en su pueblo natal de New Concord, Ohio. Pero pronto, todas las miradas se concentrarían en la Luna.
En septiembre de 1962, en la Universidad de Rice en Houston, Texas, el presidente Kennedy dio otro famoso discurso sobre los planes del país de visitar la Luna. “Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer las otras cosas, no porque son fáciles, sino porque son difíciles”, declaró el presidente. El presidente Kennedy pronunció lo que ahora se conoce como “el discurso de la Luna” en Houston porque la ciudad había sido elegida sitio del Centro de Naves Espaciales Tripuladas, sede del programa de vuelos espaciales de la NASA. La construcción de las masivas instalaciones había comenzado en abril de ese año, y este enorme complejo, que hoy es conocido como el Centro Espacial Johnson (JSC), tendría un papel importante en la vida de Ellen.
El desafío de Kennedy también resultó en la creación del programa Apolo de la NASA, que, de acuerdo con la visión del presidente, tenía como meta lograr que una tripulación de astronautas aterrizara en la Luna y volviera sana y salva a la Tierra. La encomienda de mandar a humanos a la Luna emocionó no solamente a los científicos sino a todo el país, incluso a niños como Ellen. Cuando se realizaba un lanzamiento espacial durante una jornada escolar, un empleado de la escuela llevaba una televisión al salón de clases para que los estudiantes pudieran presenciar la historia en desarrollo.
Poco después de terminar el sexto grado, a los once años, Ellen y su familia estuvieron entre los 650 millones de personas de todo el mundo que se reunieron alrededor de sus televisores el 20 de julio de 1969, para ver al astronauta estadounidense Neil Armstrong convertirse en el primer hombre en pisar la superficie de la Luna. Ellen escuchó a Neil decir las famosas palabras, “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, y lo vio encajar la bandera estadounidense en la Luna. La NASA había logrado el increíble avance en apenas ocho años. Y para un país que durante la mayor parte de su historia había estado, y sigue estando, dividido, fue un momento poco común de unión y orgullo nacional.
El presidente Kennedy no llegó a ver cumplido su sueño de un aterrizaje estadounidense en la Luna —fue asesinado en Dallas, Texas, en noviembre de 1963—, pero el éxito del programa Apolo es una parte enorme de su legado. De hecho, después de su muerte, el presidente Lyndon B. Johnson —cuyo nombre lleva el Centro Espacial Johnson en Houston— rebautizó las instalaciones de la NASA en la Florida que sirven como centro de lanzamiento para misiones espaciales como el Centro Espacial Kennedy.
¿QUÉ FUE EL PROGRAMA APOLO?
La NASA creó el PROGRAMA APOLO en 1961 con la meta de llevar a humanos a la Luna y devolverlos a la Tierra sanos y salvos. De 1968 a 1972 hubo un total de catorce misiones Apolo, incluyendo once vuelos espaciales. Los primeros cuatro vuelos fueron para probar maquinaria. En 1968 la misión Apolo 8 orbitó la Luna, que fue un paso preliminar para el primer aterrizaje en la Luna que sucedió en 1969.
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