BIENVENIDOS A LA SECUNDARIA MERRYWEATHER
Es mi primera mañana de la secundaria. Tengo siete cuadernos nuevos, una falda que detesto y dolor de estómago.
El autobús escolar chirría hasta mi esquina. Se abre la puerta y subo. Soy la primera estudiante que recogen. El conductor arranca y yo me quedo parada en el pasillo. ¿Adónde me siento? Nunca fui una de los buenos para nada que se sientan en la parte de atrás. Si me siento en el medio, se me podría sentar al lado alguien que no conozco. Si me siento adelante, voy a parecer una niñita, pero supongo que es mi mejor opción para poder mirar a los ojos a alguno de mis amigos, si es que alguno se ha decidido a hablarme.
El autobús recoge a estudiantes de a cuatro o cinco. Caminan por el pasillo, chicos que fueron mis compañeros de laboratorio en la escuela intermedia o compañeros de gimnasia me fulminan con la mirada. Yo cierro los ojos. Esto es lo que me temía. Para cuando nos alejamos de la última parada, soy la única persona sentada sola.
El conductor cambia de velocidad para arrastrarnos cuesta arriba. El motor rechina y hace que los chicos al fondo griten alguna obscenidad. Alguien se puso demasiada colonia para hombres. Intento abrir mi ventanilla, pero las trabitas no ceden. Un chico detrás de mí abre su desayuno, lanza el envoltorio y me da en la nuca. Rebota y cae sobre mi regazo: el papel de un rollito de chocolate.
Pasamos al lado de unos conserjes que pintan encima del cartel que está frente a la escuela. La junta directiva de la escuela decidió que «Escuela Secundaria Merryweather: Hogar de los Troyanos» no enviaba un mensaje de abstinencia lo suficientemente fuerte, así que nos convirtieron en los Diablos Azules. Supongo que más vale Diablo conocido que Troyano por conocer. Los colores de la escuela seguirán siendo el violeta y el gris. La junta directiva no quiso soltar ni un peso para comprar uniformes nuevos.
A los estudiantes más grandes se les permite deambular hasta que suene el timbre, pero a los de noveno los arrean al auditorio. Caemos en nuestros clanes: Deportistas, Miembros del Club de Campo, Sabioidiotas, Porristas, Lacras Humanas, Eurobasura, Futuros Fascistas de los Estados Unidos, Chicas con Pelo Voluminoso, Martas, Artistas Conflictuados, Actores Dramáticos, Góticos, Esquiadores. Yo no tengo clan. Desperdicié las últimas semanas de agosto viendo pésimos dibujitos animados. No fui al centro comercial, ni al lago, ni a la piscina ni atendí el teléfono. Ingresé a la secundaria con el pelo equivocado, la ropa equivocada, la actitud equivocada. Y no tengo con quién sentarme.
Soy una Paria.
No tiene sentido buscar a mis examigas. Nuestro clan, las Insulsas, se astilló y los pedazos están siendo absorbidos por facciones enemigas. Nicole anda con los Deportistas, y comparan cicatrices de deportes de las ligas de verano. Ivy flota entre los Artistas Conflictuados de un lado del pasillo y los Actores Dramáticos del otro. Tiene personalidad suficiente como para andar con dos manadas. Jessica se mudó a Nevada. No es una gran pérdida. Igual, era más que nada amiga de Ivy.
Los estudiantes que tengo atrás se ríen tan fuerte que sé que se están riendo de mí. No me puedo contener. Me doy vuelta. Es Rachel, rodeada de un grupo de estudiantes vestidos con ropa que sin duda no salió del Centro Comercial EastSide. Rachel Bruin, mi ex mejor amiga. Mira fijo hacia algo por encima de mi oreja izquierda. Las palabras me trepan por la garganta. Esta es la chica con la que padecimos ser Niñas Exploradoras cuando teníamos siete años, la que me enseñó a nadar, la que entendía lo de mis padres, la que no se burlaba de mi cuarto. Si hay alguien en la galaxia a quien me muero por contarle lo que pasó realmente, es a Rachel. Me quema la garganta.
Nuestras miradas se cruzan un segundo. «Te odio» gesticula con los labios. Me da la espalda y se ríe con sus amigos. Me muerdo el labio. No voy a pensar en eso. Fue horrible, pero ya pasó, y no voy a pensar en eso. Me sangra un poquito el labio. Sabe a metal. Necesito sentarme.
Me quedo parada en el pasillo central del auditorio, una cebra herida en el especial del National Geographic, en busca de alguien, quien sea, con quien poder sentarme. Se acerca un predador: pelo entrecano rapado cual deportista, con un silbato que le cuelga de un cuello más grueso que su cabeza. Seguramente un profesor de Estudios Sociales que contrataron para que también sea el entrenador de un deporte sangriento.
Sr. Cogote: «Tome asiento».
Me siento. Otra cebra herida gira y me sonríe. Lleva puesta una inversión de cinco mil, como mínimo, de ortodoncia, pero tiene zapatos espectaculares. «Soy Heather, de Ohio», me dice. «Soy nueva. ¿Tú también?». No me da tiempo a responder. Bajan las luces y comienza el adoctrinamiento.
LAS PRIMERAS DIEZ MENTIRAS QUE TE DICEN EN LA SECUNDARIA
Estamos aquí para ayudarlos.Tendrán suficiente tiempo para llegar a su primera clase antes de que suene el timbre.Haremos respetar el código de vestimenta.Está prohibido fumar dentro del perímetro de la escuela.Este año, nuestro equipo de fútbol americano va a ganar el campeonato.Aquí esperamos más de ustedes.Los asesores académicos están siempre disponibles para escucharlos.Su calendario de clases fue creado pensando en sus necesidades.La combinación de sus casilleros es privada.Estos son los años que algún día van a añorar.Mi primera clase es Biología. No puedo encontrarla y me dan mi primer demérito por deambular por el pasillo. Son las 8:50 de la mañana. Solo quedan 699 días y 7 períodos de clase hasta la graduación.
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Translation copyright © 2023 by Hercilia Mendizabal Frers